MORANTE, EN BUSCA DE SU IDEAL
EN LA OPINIÓN DE DARÍO JUÁREZ
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Ni con Matilla en los despachos, ni con Matilla en los sorteos |
Darío Juárez
Morante debe de seguir rumiando en la intimidad la vergüencita que pasó cuando le tocó pasearse de radio en radio y de tele en tele para ser quien anunciara, entre otras cosas, que esa semana toreaba en Vistalegre. En ningún caso por dejar a José Tomás debajo del peto con ciertas declaraciones, pero sí por ser quien tuviera que hacerle la publi a la empresa, que causalmente -de causa- son sus hoy ex apoderados, ante su desastrosa gestión de marketing de esa primera feria continuada poscovid que vendieron como San Isidro -con dos bemoles-, y su taquilla, mientras se seguía sin noticias de una empresa de Las Ventas imperante de silencio y desidia para con la afición y la actividad de la primera plaza del mundo. Capítulo aparte, una vez rotos los lazos de apoderamiento entre el matador cigarrero y los Matilla, sería conveniente que Morante empezara a hacer lo propio con los toros que custodian los cercados de esa casa, para quererlos cuanto más lejos mejor. El matador es consciente que debe respetar los contratos ya firmados, como el de este domingo en Granada, pero en estos momentos a José Antonio no le hace ningún bien ese toro. Pero ni ese, ni el de Juan Pedro con el que acostumbra a medirse, ni ninguno de cualquier hierro que le demuestre -como ya lo han hecho en numerosas ocasiones, sobre todo en los últimos tiempos- las carencias que a su tauromaquia actual no le conviene, como es la agudizada invalidez y la notable y latente falta de casta. De aquellos barros, estos lodos traducidos en repetidos gestos de tardes de negación, evidencia y contrariedad, por el mal juego y la nula entrega de estos animales. Dicen que el banquillo curte, lo malo es que los suplentes siempre son los mismos, pase lo que pase en el ruedo. |
Creo a pies juntillas que estamos ante la época más reposada y esplendorosa del toreo de Morante y ahora, más que nunca, no debe caer en tópicos ganaderos y sí buscar su toro; ese toro que se mueva y le embista con todo quince veces por abajo para poner aquello patas arriba. Hablamos del comienzo de un ciclo dorado que tuvo un impasse sombrío de dos años, desde que decidió retirarse por tercera vez en 2017, hasta el 10 de mayo de 2019: fecha en la que el genio cigarrero resucitaba en Sevilla espoleado por el histórico triunfo de Pablo Aguado y esas cuatro orejas a su lote de Jandilla, que movieron la silla del de La Puebla metiéndole los dedos en la llaga por su palo. Un golpe de efecto o un bien colateral parece que ya consolidado, llámese como se quiera, que tuvo su origen en aquella tarde en la que la Maestranza confirmó a un tiempo que el don de la sevillanía, para su suerte, tenía futuro más allá de Morante. Ni un suspiro tardó en dar muestras de la solidez de su cetro cuando, tras el incendio que Aguado acababa de provocar con el imperial faenón al tercero, salía a cortarle la oreja al cuarto y a tocarle después las del sexto de Pablo con aquel genial galleo del Bú que volvió loca a Sevilla. Desde ese día, Morante es otro.
A partir de entonces, las tardes en las que han hecho juntos el paseíllo, casi siempre han tomado un derrotero parecido: un Aguado a quemarropa, como matriz esencial de un torero revelación y pese a que le valen sólo el 30% de los toros que sortea, y Morante con una retaguardia presta, en vela, dispuesta, entregada, barroca, muy torera y capaz de hacer ver en ocasiones al malo bueno, custodiando de ese modo el trono de la sevillanía entre tanto novel vendaval de torería. Y Juan Ortega tirando puertas todas las tardes... Pero Morante sabe que como quiera y saque la escoba, se esconde hasta el polvo; vengan aguados, ortegas, reyes de Roca o lo que tenga que venir. Eso sí, de Matilla cuanto más lejos mejor; premisa que se ha cumplido en los despachos y ahora, por su bien, toca hacerlo en los sorteos.
A partir de entonces, las tardes en las que han hecho juntos el paseíllo, casi siempre han tomado un derrotero parecido: un Aguado a quemarropa, como matriz esencial de un torero revelación y pese a que le valen sólo el 30% de los toros que sortea, y Morante con una retaguardia presta, en vela, dispuesta, entregada, barroca, muy torera y capaz de hacer ver en ocasiones al malo bueno, custodiando de ese modo el trono de la sevillanía entre tanto novel vendaval de torería. Y Juan Ortega tirando puertas todas las tardes... Pero Morante sabe que como quiera y saque la escoba, se esconde hasta el polvo; vengan aguados, ortegas, reyes de Roca o lo que tenga que venir. Eso sí, de Matilla cuanto más lejos mejor; premisa que se ha cumplido en los despachos y ahora, por su bien, toca hacerlo en los sorteos.