Por: Rafael Anaya / Martes 7 de Noviembre ,2017
Nuevamente en carretera. Cuántas veces vine a verte torear, pero no esta vez. Que triste es llegar a Aguascalientes en estas circunstancias. Esta tierra hoy tiene otro color, la gente no parece la misma.Es un martes frío de noviembre aunque el termómetro marque casi 30 grados centígrados.
Que triste estar estar frente a tu fotografía rodeada de flores. Solos en esta sala funeraria parece que nos volvemos a saludar, “hola Miguelón, mucha suerte”, como te solía yo decir. Pero tú no estás.
Que largas se hacen las horas para llegar a la cita de la 1 de la tarde en Palacio de Gobierno. Una breve escala en el Hotel Francia y una cerveza a tu memoria. No paran las anécdotas y los recuerdos. En la mesa el periódico “El Hidrocálido” nos recuerda porqué estamos aquí: “Muere Miguel Espinosa “Armillita”.
Cruzamos la explanada para llegar al Palacio de Gobierno, el sol cae a plomo. Entramos y de pronto suena “Cielo Andaluz” a cargo de la banda municipal de Aguascalientes, y al compás de las notas entra una pequeña urna blanca enmarcada por rosas blancas. La cabeza me da vueltas, no quiero llorar. Me aguanto. José María Napoleón te dedica una prosa. Instantes después se proyecta un video con la canción “El Adiós” como fondo musical y no puedo más, rompo en llanto. Es momento de aceptarlo, se ha ido Miguel.
La última guardia nos toca a Alexa, a Lalo y a mí. La banda municipal rompe el solemne silencio con “Las Golondrinas” en una forma de comunicación entre tú y nosotros.Nos encogemos y volvemos a llorarte. Volteo a la urna y te digo hasta siempre, Miguel…
Arturo Macías “El Cejas” nos invita a comer, pero más pronto que tarde es hora de irnos a Catedral. Repleta, lleno hasta el reloj,como tantas tardes. Una guitarra flamenca durante la misa nos transporta a esas noches de tertulia y de bohemia. Cerrando los ojos te veo torear, bordar, a “Vidriero”, “Cartagenero”, “Arte Puro”, “Dulce Nieve” en la memoria , a cámara lenta, al compás de “Con la gente que me gusta” y me aguanto un olé atorado en mi pecho.
Termina la misa y estalla el aplauso más estremecedor que he escuchado en mi vida. A lo lejos,solitaria, una trompeta acompaña tu salida con “Las Golondrinas”. Quiero captar cada momento con la cámara de mi celular sin ser irrespetuoso. De ahí nos vamos a la Monumental de Aguascalientes donde ya se encuentra un nutrido grupo de aficionados, amigos, familiares y miembros de tu cuadrilla. Saludo, sin hablar, al “loco” Acosta y con Mauricio Kingston, rotos, nos damos un abrazo. En el centro del ruedo tu urna y las palabras del maestro Ponce que salen del corazón para despedir al amigo. Francisco Ávila “Yiyo” observa oculto y sin protagonismos lo que sucede, pero no se puede escapar de decirte esas palabras que, seguramente,había repetido en su mente tantas veces sabiendo que algún día las tendría que soltar. Abrazando a tu hijo, templado, con estructura, se despide de ti con las palabras más bellas que se le puedan decir a un amigo.
La última vuelta al ruedo marca el fin. El fin de una época brillante del toreo. El fin de una zurda única, irrepetible, mágica, hipnotizadora. El fin de un toreo con clase, esencia pura del arte.El fin de tu autoexilio de la fiesta. El fin de los demonios. El fin que no debió llegar así.
Gracias Miguel, porque cuando te vi torear y después te conocí, inyectaste en mi el veneno de la tauromaquia. Ese veneno que no mata, si no al contrario, da vida. Gracias por esas largas horas en carretera.Por esas habitaciones de hotel impregnadas con aroma de tabaco y torería.Por esas madrugadas de charlas taurinas. Gracias por el brindis de “Moradito” a mi señor padre. Por esas tardes en Amores con Manuel Capetillo,José Manuel, Efrén. Gracias por la última vez que nos vimos, en León.
Pero sobre todo, gracias por la tardes en el ruedo, toreando. Ahí donde se gana el sitio y nacen las figuras. Gracias por llevar a lo más alto la dinastía “Armilla”. Por el respeto ganado delante de la cara del toro. Gracias desde “Arlequín” hasta “Muletero de Oro”. Gracias desde Jiquilpan hasta Aguascalientes.
Así como lo hice muchas veces en los tendidos, este pañuelo blanco va por ti en tu última tarde. Desde lo más profundo de mi alma y con el corazón encogido, te digo: gracias Miguel!, y que a la vera del Señor recibas los gritos de Torero! que hoy gritamos por tí.
Que triste estar estar frente a tu fotografía rodeada de flores. Solos en esta sala funeraria parece que nos volvemos a saludar, “hola Miguelón, mucha suerte”, como te solía yo decir. Pero tú no estás.
Que largas se hacen las horas para llegar a la cita de la 1 de la tarde en Palacio de Gobierno. Una breve escala en el Hotel Francia y una cerveza a tu memoria. No paran las anécdotas y los recuerdos. En la mesa el periódico “El Hidrocálido” nos recuerda porqué estamos aquí: “Muere Miguel Espinosa “Armillita”.
Cruzamos la explanada para llegar al Palacio de Gobierno, el sol cae a plomo. Entramos y de pronto suena “Cielo Andaluz” a cargo de la banda municipal de Aguascalientes, y al compás de las notas entra una pequeña urna blanca enmarcada por rosas blancas. La cabeza me da vueltas, no quiero llorar. Me aguanto. José María Napoleón te dedica una prosa. Instantes después se proyecta un video con la canción “El Adiós” como fondo musical y no puedo más, rompo en llanto. Es momento de aceptarlo, se ha ido Miguel.
La última guardia nos toca a Alexa, a Lalo y a mí. La banda municipal rompe el solemne silencio con “Las Golondrinas” en una forma de comunicación entre tú y nosotros.Nos encogemos y volvemos a llorarte. Volteo a la urna y te digo hasta siempre, Miguel…
Arturo Macías “El Cejas” nos invita a comer, pero más pronto que tarde es hora de irnos a Catedral. Repleta, lleno hasta el reloj,como tantas tardes. Una guitarra flamenca durante la misa nos transporta a esas noches de tertulia y de bohemia. Cerrando los ojos te veo torear, bordar, a “Vidriero”, “Cartagenero”, “Arte Puro”, “Dulce Nieve” en la memoria , a cámara lenta, al compás de “Con la gente que me gusta” y me aguanto un olé atorado en mi pecho.
Termina la misa y estalla el aplauso más estremecedor que he escuchado en mi vida. A lo lejos,solitaria, una trompeta acompaña tu salida con “Las Golondrinas”. Quiero captar cada momento con la cámara de mi celular sin ser irrespetuoso. De ahí nos vamos a la Monumental de Aguascalientes donde ya se encuentra un nutrido grupo de aficionados, amigos, familiares y miembros de tu cuadrilla. Saludo, sin hablar, al “loco” Acosta y con Mauricio Kingston, rotos, nos damos un abrazo. En el centro del ruedo tu urna y las palabras del maestro Ponce que salen del corazón para despedir al amigo. Francisco Ávila “Yiyo” observa oculto y sin protagonismos lo que sucede, pero no se puede escapar de decirte esas palabras que, seguramente,había repetido en su mente tantas veces sabiendo que algún día las tendría que soltar. Abrazando a tu hijo, templado, con estructura, se despide de ti con las palabras más bellas que se le puedan decir a un amigo.
La última vuelta al ruedo marca el fin. El fin de una época brillante del toreo. El fin de una zurda única, irrepetible, mágica, hipnotizadora. El fin de un toreo con clase, esencia pura del arte.El fin de tu autoexilio de la fiesta. El fin de los demonios. El fin que no debió llegar así.
Gracias Miguel, porque cuando te vi torear y después te conocí, inyectaste en mi el veneno de la tauromaquia. Ese veneno que no mata, si no al contrario, da vida. Gracias por esas largas horas en carretera.Por esas habitaciones de hotel impregnadas con aroma de tabaco y torería.Por esas madrugadas de charlas taurinas. Gracias por el brindis de “Moradito” a mi señor padre. Por esas tardes en Amores con Manuel Capetillo,José Manuel, Efrén. Gracias por la última vez que nos vimos, en León.
Pero sobre todo, gracias por la tardes en el ruedo, toreando. Ahí donde se gana el sitio y nacen las figuras. Gracias por llevar a lo más alto la dinastía “Armilla”. Por el respeto ganado delante de la cara del toro. Gracias desde “Arlequín” hasta “Muletero de Oro”. Gracias desde Jiquilpan hasta Aguascalientes.
Así como lo hice muchas veces en los tendidos, este pañuelo blanco va por ti en tu última tarde. Desde lo más profundo de mi alma y con el corazón encogido, te digo: gracias Miguel!, y que a la vera del Señor recibas los gritos de Torero! que hoy gritamos por tí.